La Bernhardt

Sarah y Pitou son seres muy distintos, pero se necesitan. Seres plagados de contradicciones. Encuentran la justificación de su presente en el pasado, pero no sólo lo recuerdan, necesitan revivirlo. Sueños y ambiciones mueven a los personajes con la misma fuerza que la deseperanza. Sarah no es lo que fue y eso la obsesiona en el final de su vida. Todo su talento, su gloria, no pueden evitar ese final ya próximo e inexorable. Pitou vivió en función de ese astro que está por irse; su vida se desvanece junto con la de ella y recordar lo enfrenta a lo que no fue . Viven y se ven vivir. Se justifican, condenan y apiadan de su frágil condición. Un vínculo frágil, despiadado y poético. Un encuentro sensible y descarnado, piadoso y doloroso con el miedo más esencial de nuestra existencia. Los dos están agotados, pero continuarán peleando para evitar comprender que la libertad no es más que la comprensión de lo ineludible. Son seres entrañables, por sus contradicciones, por la desmesura expuesta de Sarah, por el recato de Pitou, por la soledad compartida.
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