Escarabajeando

Del deseo patológico de unirse al otro nace un bicho. Sin tocar ni dejarse tocar. Seres que se devoran para tenerse. En esa digestión asumen rasgos del otro y se transforman en uno. Unidos por su narcisismo, inevitablemente solos. Una piel dentro de otra piel los hace impermeables, impenetrables, inconmovibles, autorreferenciales. Ciegos de piel. Cubren la carencia de sensaciones con imágenes codificadas. Bailan en un campo de batalla, esperando al enemigo imaginario.