Será tarea de esmerados sociólogos y sicólogos sociales interpretar científicamente qué pasó en Tucumán durante los saqueos del 9, 10 y 11 de diciembre de 2013. El tejido social, ya desmembrado, fue despedazado por fuerzas devastadoras que estallaron sin contención alguna. Quedó demostrado, en el modo más crudo, las profundas contradicciones sociales que nos aquejan. No somos los únicos. El país vivió - no sólo entonces - días aciagos que parecen repetirse cíclicamente. Y no sólo el país. El mundo todo está atravesando una etapa caótica. Un personaje de esta obra dice: "No se puede ser buenito en este mundo". Más allá de lo acertado, o no, de su afirmación es evidente que no son la honestidad, la justicia y la solidaridad los valores predominantes en esta oscura época.
Desde lo teatral nos parece que es el grotesco - esa conjunción de risa y llanto - el estilo que más cercano está de expresar lo que nos pasa. Es que tal vez no haya otro modo de elaborar, desde lo teatral, situaciones tan horrorosas. La agria risa suele exorcizar los fantasmas y, así, podemos verlos. Lo terrible sería cerrar los ojos. Jamás podríamos desprendernos de ellos.
Esta obra está dedicada a quienes perdieron la vida en aquellas jornadas, no importa en qué circunstancias. Nadie merece perderla, así sea mientras roba. Afirmar lo contrario sería volver a la barbarie. La violencia es un resultado y no una causa. Tal vez la comprensión de que las injustas relaciones sociales prevalecientes en este mundo son la base de tanto dolor y muerte sea la clave para intentar pergeñar alguna esperanza.
Clasificaciones: Teatro
- EL PULMÓN (2014)