El juicio

En enero del ’80 partió un autobús de la casona de Av. Córdoba con unos 30 titeanos (liderados por Chiari y Gali) rumbo a San Pablo para reencontrarse con su maestro Juan Uviedo, que estaba trabajando y viviendo en el Teatro Procopio Ferreira de esa ciudad. Imagen de la izquierda: paso por la aduana de Uruguayana.

Al día siguiente se organizó una muestra para la noche. Se hizo un volante invitando a ver teatro "de graça" (gratis) y se fotocopió. Se organizaron pequeños grupos que salieron desde el mediodía a recorrer la ciudad realizando escenas en las esquinas, y al juntarse gente se les entregaba el volante apoyando la invitación con unas palabras en un horrible portuñol. A la noche empezó a entrar gente al teatro, que tenía sus puertas abiertas. Cuando ya eran 20 ó 30 personas se empezaron a hacer bloques bajo la dirección de Chiari mientras algunos titeanos golpeaban tumbadoras. Siguió entrando un poco más de gente y los bloques se hacían por todo el teatro. Desde unos meses antes el Grupo de Ricardo venía investigando la obra de Ionesco "El asesino sin gajes", y los bloques empezaron a tener ese contenido. En un momento alguien gritó que había que atrapar al asesino y todos, incluyendo el público, comenzaron una búsqueda frenética pasando por arriba de las butacas, por el escenario, por bambalinas, por los camarines, por el hall hasta la calle. Todos corrían y buscaban, nadie sabía a quién. Hasta que alguien afirmó haber atrapado al culpable. Era un muchacho alto y flaco, del público, quien tomó su rol rápidamente. Se lo llevó en andas y en procesión hasta el escenario, donde se dio comienzo a un improvisado juicio, en el que varias personas del público adoptaron distintos roles: juez, fiscal, defensor, familiares del acusado, testigos. Todos actuaron con total desenvolvimiento desarrollando su papel. Se discutió, se interpeló, se acusó, se lloró, se justificó, se mintió.

1 Histórico de funciones