Opiniones sobre Orlando. Una ucronía disfórica

  • 17/12/2017 01:05
    Alvaro M
    Basura hija de puta.
  • 11/12/2017 10:10
    Elina M
    Una mala experiencia. La obra resultó ser un absurdo maridaje entre lo pedante y lo grotesco. Si la novela de Virgina Woolf fue un punto de partida, pues el naufragio se produjo en el origen: nada ha quedado, una lástima. Probablemente el director tenga cosas propias que decir o necesite exhibir sus lecturas, no tiene por qué arrastrar al Orlando woolfiano hacia esas costas desiertas. No entendí por qué los actores utilizaron micrófonos en la Sala Casacuberta que tiene una acústica perfecta. lo único rescatable, el cuarteto de músicos.
  • 10/12/2017 22:38
    Jorjita 8
    Una lástima no poder reconocer ni un atisbo de la obra original en esta puesta. Es evidente que el autor ha leído mucho, tsl vez la obra no es el momento más oportuno para hacer gala de ello.
    El uso del micrófono en la sala Casacuberta es algo bastante parecido a un sacrilegio.
  • 10/12/2017 22:34
    Ezequiel R
    Para empezar, querría dejar sentado que la puesta en escena de textos que no fueron pensados para el teatro requiere de una extrema habilidad. Este no es el caso, es más, ha sido una reverenda hijaputez ignorar un texto como Orlando de V. Woolf como para reemplazarlo por un pseudo enciclopedismo intelectual gratuito. Es lamentable que no se hayan podido utilizar los recursos del teatro en su variada oferta estética para rebajar el producto a una mera declamación de actores que hacen uso del micrófono en vez de usar su recurso vocal. También es lamentable que ninguno de los aspectos de la obra de V. Woolf se hayan podido acercar al público contemporáneo, en la sutileza e inteligencia del tratamiento que la autora ha dado a temas como La problemática del género. Esto ha sido reemplazado por una verborragica y desatinada acumulación recitas y alusiones no pertinentes al Orlando en su espíritu. Realmente lamentable y no recomendable.
  • 10/12/2017 15:03
    Ariel 26
    La puesta en escena, en tanto obra, no interesa, ya que su función es ser una plataforma vistosa para emitir un discurso puramente intelectual, autoral. No hay acontecimiento performático, teatral, ni de ningún tipo que escape a la vocación autorreferencial, a la convención-wehbi, salvo por la presencia de los músicos y la danza del final. (En este sentido es reveladora la sinceridad del programa cuando describe al “biógrafo”: “es más un enunciado que un cuerpo”; efectivamente, todos los cuerpos en escena están capturados por la re-presentación de un discurso escrito, que sería más interesante, obvio, directamente leerlo).
    Por tanto, el único interés es la crítica de ese discurso.
    Algunas palabras al respecto: la defensa del pensador-solitario que bastardea la mediocridad adormilada de la masa que lo rodea, si bien en contenido detenta una postura aparentemente anarco-revolucionaria, en efecto demuestra una sensibilidad romántica, del romanticismo siglo XIX: “oh, yo que nadie me entiende, rodeado de estúpidos, soy el único que piensa alto”.
    Es terriblemente significativo que, cada vez que Orlando increpa a su audicencia preguntando, “¿Quieren terminar como ese?”, lo señale al payaso blanco, que tiene una remera de la selección y lo único que está haciendo es comer tranquilamente una pizza mientras se toma una birra en la esquina (del escenario). El único que se acercó al público y le ofreció comida, el único que tendió un puente hacia el Otro. La posición elitista anti-popular evidencia rápidamente que Orlando pondría el grito en el cielo si hubiera llegado a ver las patas en la fuente (y no se confunda, no hablamos de partidismo, sino de sensibilidad popular, de razón popular, de afecto como parte inescindible de la construcción de pensamiento; la renuncia a lo sensible por “sensiblero” es el retroceso de un siglo al binarismo mente-cuerpo).
    Cierro entonces: volvamos al Laclau de “La razón populista” y al Kusch de “La negación en el pensamiento popular”. Crezcamos, de una vez.
    Para más, recomiendo volver al pasaje “Del pasar de largo” de Así habló Zaratustra, allí vemos que Orlando no es otro que el famoso mono de Zaratustra descripto en ese pasaje:
    “Y si la palabra de Zaratustra tuviera cien veces razón: tú siempre harías MAL con ella”.
    Saludos y gracias