Para no morir

Para no morir parte de la decisión de entrar en un cuarto al que, como lectores de El astillero, se nos supo vedar la entrada. Por eso, en primer término, nos excusamos por contrariar una voluntad; la de su autor, Juan Carlos Onetti.

Bien podría ser esta pieza una nueva novela porque en la cosmogonía de Onetti de un relato se engendran otros y nuestro procedimiento se inscribe en esa lógica. Así también en la de la multiplicación del personaje que, superpuesto, es uno y todos, como en su obra La vida breve.
Y fundamentalmente, porque Para no morir hurga en la insignificancia del ser frente a la contundencia del tiempo.

Caminamos sigilosos por el jardín hacia el palafito de la niña vieja. Sus guardianas, las estatuas, están ahí, pero se van resquebrajando. Sólo queda una con vida, en continua reunión con la muerte. Nos disponemos a escucharla.

Nelson Mallach

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