El Teatrito, de la calle French, o algún lugar de la sede Venezuela, son testigos de algo mucho más extenso que los ensayos. Atrás, una larga serie de años “fatigando” materias, finales, diversidad de estéticas, compañeros, sueños y unas cuántas cosas más.  Habrá que empezar diciendo que las propuestas escénicas tienen, en general,  un nivel que supera ampliamente muchas de las que son  visitadas y revisitadas por el público y la crítica en los casi infinitos teatros de la ciudad de Buenos Aires. Y ya se sabe, es bastante probable que continúen su temporada en otros sitios o que reiteren su calidad en alguna de las sedes del IUNA Dramáticas. Pero nacen aquí.

Para el Proyecto Espectacular de Graduación de la Licenciatura en Actuación, institucionalmente se proponen directores. Como sucede con las cátedras en general, los  alumnos eligen por horario o por interés o por azar. Pero hay un detalle: eligen primero los de mayor mérito. Algunos deciden esperar porque no logran anotarse con quien desean, otros se bajan del proyecto porque descubren que no era lo que esperaban, otros son los que  conforman el elenco (los elencos) y, a juzgar por el número, parecen ser mayoría.
Los directores también se encuentran con un panorama particular: de pronto, están al frente de un grupo que puede ser bastante numeroso, que tiene características, tanto físicas como de las otras, inapelables, con diversos grados de compromiso y con un número de varones y mujeres producto de las circunstancias. ¿Cuántos directores pueden manejar esta situación? Salvo los especialísimos directores de teatro comunitario, los demás no están, a priori, entrenados en estas lides.
Como si fuera poco, no hay que olvidar que este conjunto de alumnos-actores se recibe con la propuesta escénica, con lo que tiene de emotiva y significativa esta cuestión.  A esto hay que sumarle todo lo que constituye cualquier puesta en escena: dramaturgia, vestuario, iluminación, en fin. Y en el marco de la institución, el intento es aprovechar los recursos humanos de los que se forman también en estos ámbitos.
Concluido el prolegómeno, puede pasarse a las obras. Cada una es diferente y mi hipótesis es que cada obra propone un tipo de escritura diferente. ¿Cómo escribir del mismo modo si cada una postula un universo particular? Así como se entra en el mundo de cada una, las palabras que las mencionan se acomodan a sus formas.

Desasosiego
Dirigida por Luciano Suardi  

“E as luzes todas da feira fazem ruído dos muros do quintal (?)” Fernando Pessoa.

Luces de feria que hacen ruido. Èse es el mundo de Fernando Pessoa. En el marco de la poesía, esto tiene un nombre y una serie casi infinita de clasificaciones que no vienen al caso. Lo verdaderamente maravilloso es que en Desasosiego, que está hecha de otro material y no sólo de  palabras, las luces siguen haciendo ruido.
Los batones floreados de las mujeres y la vestimenta formal de los varones bajan a hacerse centro en el escenario. Un espacio que prontamente poblarán y que no dejarán  hasta que se haya apagado el último aplauso. Todos, en bloque, como una multitud que a veces se repliega en los rincones.
Coro, pero no de voces solamente. De gestos, de desplazamientos al unísono, de actitudes expectantes. Cuando hablan parecen constituirse en “yo poéticos” diseminados por el espacio. El centro puesto en la primera persona, la perspectiva desde el sujeto que enuncia. Cada uno asume un universo. Los heterónimos de Fernando Pessoa. Se produce el cruce entre los poetas escindidos del ¿único poeta? Cada uno responde a un nombre y surge la autobiografía (verdadera o falsa, es indistinto) de cada uno de los actores.
El armado es complejo, un entramado colorido y variado, en el que conviven objetos diversos, desde ovillos de lana hasta máquinas de escribir, pasando por las planchas y las sillas, deteniéndose en ciertos bols para batir alguna ausencia.
Pero no son sólo los objetos, sino también sus sonidos los que cobran un valor incalculable. Cada objeto tiene su propia música, su ritmo, su tiempo. Entonces se produce la sinestesia en la escena: lo visible se hace dulce o amargo, lo audible se hace ocre o paleta de quién sabe qué colores.
Ellos, los jóvenes actores,  se hacen cargo, también, de la palabra, la propia y la ajena.
En buena hora actores como Darío Álvarez Miño, Belén Azcuénaga, Pablo Caracciolo, Cielo Chaina, Paula Daniela Cortés, Manuela Fernández Vivian, Lara Sol Gaudini, Antonella Grosso, Melody Guerra, Majo Heredia, Maily Larisgoitia, Sofía Martino, Tomás Mejía, Javiera Molina Mallea, Juanjo Moroni, Sara Pastormerlo, Agustina Rodríguez, Carolina Romero, Lucrecia Cecilia Sacchelli, Gisela Stieben, Claudio Tornese, Javier Torres Dowdall, Micaela Vukusich, Samantha Solange Zoppo,  llevados de la mano de un director que trabaja en un nivel de detalle absolutamente increíble, habitan todos los rincones de un tiempo que corre hacia el pasado y que se multiplica. 

Desasosiego es un impecable ¿cuadro?, ¿canto? a la vida y por qué no, tal vez, a la nostalgia.  

I Mongoli.
Dirigida por Omar Fantini 

La primera interrogación se inscribe frente al nombre. Un nombre que no parece revelarnos absolutamente nada, ¿con qué vincularlo? 
Cuando todo se inicie, la aparición del título se enmarcará de un modo particular, ligado por el acto de enunciación con algún tipo de interpelación religiosa. Sin embargo, la ausencia de referente se mantendrá.
En esta propuesta escénica los espacios construidos parecen armar el hilo conductor. Aquí y allí, vemos aparecer objetos que ya vimos y que vienen a la memoria para inscribir la totalidad.
Todo el trabajo parece insistir en hacer de signos inequívocos, signos confusos: puede reconocerse algo de un sacerdote pero no, de ¿artistas? que trabajan con sombras, pero tampoco, de cuerpos que son habitados por voces que no les pertenecen.
Es el cruce, la heterogeneidad, la imposibilidad de descansar en alguna instancia estable. Cuando algún personaje vuelve para articular nuestra memoria con lo que vemos, inmediatamente se caen las hipótesis para sostener el edificio de la razón. La lógica es evidentemente otra.  
Hay pedacitos de relatos que se entrelazan. Pero los relatos siempre se comportan de la misma manera, no conducen a lugar alguno. Misteriosamente se proponen, se presentan y cuando el camino parece preparado, se cortan y adviene un universo que nos sorprende desde un lugar absolutamente inesperado. Incluso el cambio de lengua se orienta en esa misma dirección.
Tal vez los rasgos paródicos articulen los fragmentos de las historias que Julia Amadeo, Bruno Amendola Gine, Victoria Casellas, Hernán Delú, Margoth Díaz Gatica, Karina Elsztein, Gabriela Fretes, Ingrid Liberman, Magdalena Pérez Garante, Nazareth Ratti Merchante, Hilén Rosón, Jaqueline Saavedra, Malena Salatino, Sol Sorbello, Lucía Urriaga, Mauro Vuoto han decidido contarnos.


Llegó Godot y no había nadie.
Dirigida por  Marcelo Subiotto

Ya el título nos propone un paseo por lo lúdico. El paradigma de la espera ha sido quebrado y, sin duda, con una sonrisa.
El proyecto de graduación que dirige Subiotto, se propone como una estructura que permite una lectura en varias capas.
Puede decirse que la sorpresa es un ingrediente importante para Llegó Godot y no había nadie. Agreguemos que se tematizan cuestiones vinculadas con los ritos mercantilizados alrededor de la muerte y que eso se hace con un humor negro absolutamente magistral.
El espacio está prácticamente vacío. Los espectadores de un lado y del otro de la “escena” ven a los actores y se observan entre sí. Como en una especie de pasillo se desarrolla la acción. Y para lo que allí se tematiza, la idea de pasillo está perfecta. Todos los sitios por los que se transita son necesariamente provisorios,  lugares de paso.  Y en los lugares de paso no hay demasiados objetos. Sólo los que se necesita para resolver algunas cuestiones: ropa para disfraz (más que vestuario), papeles para aprenderse una serie de bocadillos a decir de memoria, jeringas cargadas con un  líquido un tanto particular, calzado? Toda esta serie que pertenece a universos distintos, hace pie, por razones equivalentes, en un mismo lugar.
Así como el universo de los objetos es disímil, también lo es el de los discursos y el de las posturas con respecto a ciertos fenómenos sociales. Qué interesante advertir como sectores tan separados en el mapa ideológico (para decirlo de manera económica), que portan ideologemas tan opuestos, se encuentran en un punto común y se observan con sorpresa.
No dejan nada afuera porque arman tan bien el mundo de ficción que hay para todos los gustos: lo que a unos le provoca temor a otros apenas indiferencia (digámoslo: un arma de fuego, a algunos les hace olvidar todas sus convicciones y a otros les resbala, porque no le temen a la muerte).
Vamos a ser testigos de una serie de preparativos, planteados como “secretos” y vamos a tardar un ratito en saber de qué se trata. Llegó Godot, incorpora, incluso, una vuelta atrás en el tiempo de la acción para la reconstrucción perfecta del rompecabezas.
Humor, inteligencia, originalidad, acertada dirección y buenas actuaciones de Soledad Borinelli, Natalia Canillas, Marianela Caresani, Adriana Carrizo Garcia, Jimena Civelli, Brenda Costa, Federico Iglesias, Juan Manuel López Baio, Mariana Millapán, Gabriela Perisson, Andrés Saavedra, Matías Tavolaro, Sebastián Tizziani, Lorena Urrutia Núñez, Alicia Vignati, Liliam Zarreth.  Hay que darse una vueltita por el IUNA de Venezuela? para que Godot no se quede solo cuando llegue.  


Las Vírgenes.
Dirigida por Pablo Rotemberg

“PRINCIPIO DE NO REDUNDANCIA entre sistemas (?) no puede decirse la misma cosa mediante la palabra y la música, que son sistemas de fundamento diferente. (?). Esto equivale a decir que dos sistemas semióticos de diferente tipo no pueden ser mutuamente convertibles”. Emile Benveniste, Semiología de la Lengua.  
Esta cita, que puede parecer extraña para entrar a una propuesta escénica, busca fundamentar la imposibilidad de dar cuenta de lo que sucede en el escenario a través de la palabra. Y aunque en sentido estricto esto sucede en toda ocasión, la búsqueda de Las Vírgenes exacerba este principio, lo lleva hasta el límite. Esta vez no será el contraste entre la música y la palabra, como dice el lingüista, sino entre los cuerpos en un espacio, la música, algunas palabras, ciertos elementos que parecen transformarse “de espacio en objetos” por su interacción con ellos.
En un principio la (casi) quietud y los cuerpos multiplicados reinan en el espacio, un espacio que deviene acotado por la distribución y el número de quienes lo habitan. Es probable que el inicio se inscriba desde aquí para subrayar lo que vendrá.
Quien conozca la búsqueda previa de Pablo Rotemberg no se sorprenderá de la línea que propone: una continuidad y una profundización en relación con La idea fija. Son esos cuerpos expuestos, empujados, violentos y violentados al unísono, pero también son pura energía, potencia, belleza en el extremo de todo lo posible.
Sorprende el trabajo que logran estos intérpretes: Florencia Baldi, Juan Jose Barocelli, María Canale, Eugenio Colusi, Martina Cordara, Marce, Agustina Gielis, Paulina Lita, Natasha Luna, Agustin Maradei, Dalma Maradona, Sofía Martínez, Eliana Murgia, Pamela Orozco Donoso, Maria Eva Poumé Garrido, Melina Rodríguez, Dalila Rubinstein, Florencia Solari Larrarte, Wenceslao Tejerina, Sebastian Villacorta  se desempeñan con un nivel de exigencia que a priori cualquier espectador supondría imposible. La obra impacta, sacude, parece esperar en la lectura lo que propone en producción. Si esos cuerpos impactan contra una pared o contra una tarima, la fuerza de ese impacto ¿apuesta? a repercutir en el espectador. (Si lo logra o no, es imposible saberlo. La circulación del sentido no es lineal. Verón dixit).
Coreografías de cuerpos que parecen renegar de ser tales en su postura, en su desplazamiento, es su posibilidad de generar impulso. Un laboratorio de lo posible, la experimentación puesta en evidencia. Cómo caer, cómo levantarse, cómo convertir en sostén ciertas zonas, cambiar el eje, transformar el centro, hacer de la periferia un núcleo.
Pero hay más. Volvamos, si se me permite, a Benveniste: “Dos sistemas pueden tener un mismo signo en común sin que resulte sinonimia ni redundancia (?). El rojo del sistema de señales de tránsito no tiene nada en común con el rojo de la bandera tricolor (?). No hay signo transistemático”. Y aunque pueda discutirse semióticamente, que sirva como argumento la siguiente analogía.
Puede observarse desde el lugar de expectación cierto relato, podrían describirse algunas acciones. Por ejemplo: los intérpretes arrastrar a una muchacha violentamente por el piso. Y la acción puede ser reconocida, atendida como signo, por decirlo de algún modo. Sin embargo, no es posible sacar el signo del sistema al que pertenece. Aislarlo es eludir su valor significante.
Algo equivalente sucede con la utilización del aparato vocal. Desde allí surgen tanto la palabra como los gritos guturales. Podría decirse que la fuente de donde proviene el sonido articulado e inarticulado coincide, pero la coincidencia de la fuente no construye ninguna otra coincidencia. De algún modo, así como los actores prueban destreza física, también lo hacen con la vocal.
Eso sí: si alguien desea permanecer indiferente, se le puede avisar que no es el espectador interpelado por esta propuesta, que no está destinada, por otra parte,  a producir empatía pero que  es capaz de mostrar lo que puede un conjunto de artistas cuando elige transitar un camino, desafiante y difícil, en común.

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