Intervenciones, el ciclo del Rojas, está planteado como un espacio de experimentación.
En la edición anterior, con Interiores, un edificio había sido objeto de investigación y experiencia. En este caso, una escuela de Palermo, un sábado a la noche, se convierte en anfitriona de una serie de espectadores de teatro. El recorrido nos lleva a un comedor, vaciado de su función habitual, despojado de sus mesas y sillas y devenido prácticamente en locación para filmar, pero todo tendrá una vuelta de tuerca más.
Mientras los espectadores se acomodan en las gradas, un televisor encendido nos muestra a un hombre joven en primer plano que habla. Cuando todos se han ubicado, el hombre que estaba en el televisor hará su entrada y se presentará. "Ése soy yo", dirá, señalando el aparato, y dará sus datos particulares: Gerardo Naumann director de esta obra.
La primera etapa será de presentaciones: el asistente de dirección, que manejará una cámara durante toda la función, y luego los extras.
Para que se entienda un poco, digamos que el director afirma que tiene intenciones de filmar una película, nos cuenta la fuente del argumento y dice que va a probar actores y extras. Esto es del orden del decir, pero lo que sucede es otra cosa: el juego, la prueba, el ensayo, tanto con los contenidos como con los lenguajes, los medios, los dispositivos técnicos en situaciones poco comunes.
Es necesario comprender que los experimentos de esta clase no son material sencillo para transformarse en palabras y que seguramente todo intento de hacerlo implica una reducción (la misma que si fueran imágenes fragmentadas, tanto fijas como móviles, porque la experiencia se construye en la totalidad).
Gerardo Naumann es director en doble rol: de la puesta Obra útil, en presente, y de la que somos testigos, y de una película, futura, Uruguay, que está ¿planeando? filmar.
Todos sabemos que los extras se prueban. En el momento de hacerlo hay un doble acto: por un lado, el contraste del dato "objetivo" y el fisic du rol, y por otro, la incorporación de un dispositivo inexistente en el teatro: el primer plano.
En desfile los extras se presentan con el mismo sistema: documento, peso, medida y seña particular. La cámara permite que los espectadores teatrales observen estos datos como un primer plano en la pantalla del televisor. Entonces, por un lado, el espectáculo tematiza la selección de los extras y por otro, utiliza un recurso habitual en cada una de nuestras casas, pero que en el ámbito del teatro es una apropiación de otro ámbito, para decirlo de algún modo.
Se suman, entonces, los datos del orden de la persona al comentario que está del lado del personaje-posible. Da "vecina, tía, abuela, deportista, estudiante de letras, etc.".
Pero como decíamos antes, a esto que es del orden de lo común, le imprime un gesto que desnaturaliza: ¿cómo se agrupan o clasifican los extras? Y lo va probando, por edad, por estatura, por peso, por color de piel, por timbre de la voz...
Detrás de los actos sencillos propone un juego o una reflexión.
En un momento dará cuenta de un viaje (¿cómo reconstruir un viaje?). Tecnológicamente una cámara sería lo más natural (cámara tiene, nos consta). La otra posibilidad sería la fotografía, estática, pero con la capacidad de postular una tesis de existencia, "yo estuve allí, en ese lugar, en ese momento".
¿A qué recurre? a la foto, pero a una serie de fotos impresas en remeras que se colocan los extras. De nuevo el soporte, la foto sobre el cuerpo, el deslizamiento de la mirada. No miro al sujeto, sino al objeto-remera, y la foto sobre el cuerpo permite el desplazamiento y la posibilidad de armar la serie tanto temporal (el mismo espacio atravesado por distintos sujetos en un transcurrir de tiempo) como espacial ( una casa, otra, un terreno baldío).
Este juego con los procedimientos, a su vez, trae aparejada la reflexión sobre el lugar del extra (¿para qué se lo "utiliza"?), como que, en lugar de ser observado como sujeto de una acción, es mero soporte de otra cosa o decorado o lo que sea...
La puesta va transcurriendo a partir de estas pequeñas y grandes cosas. Una mirada absolutamente lúcida sobre dos universos, el de los actores y el de los medios que permiten el registro.
Hará otras cosas, probará una misma escena a partir de registros de actuación distintos, y cuando uno mismo, espectador, ya no imagina a otros actores para esa escena, incorporará a una nueva actriz (casting mediante) y cambiará de nuevo toda la perspectiva.
Otra de las cosas que experimentará es el cartel que habitualmente se utiliza cuando la puesta es en una lengua extranjera para portar la traducción. En este caso, el director da la espalda al público y empieza a comunicarse a través del cartel. Luego incluso dará instrucciones a los extras a través del mismo.
El pasaje de la oralidad a la escritura también implica un recurso posible, pero no explotado en el ámbito de lo teatral. La palabra oral desaparecerá de la escena. Ahora bien, esta desaparición convierte el teatro en un ámbito para personas alfabetizadas (esas cosas que en general no pensamos). Y así sucesivamente. Sobre cada cosa que toca, postula una interrogación. Eso sí, tendrá que avisarnos "Terminó", porque los esquemas ya están rotos, el horizonte de expectativa mareado... y la cabeza llena, muy llena de preguntas.